lunes, 19 de agosto de 2013

Islandia, entre lo divino y lo humano.

Siempre me repito cuando uso la siguiente frase: "Es imposible describir con palabras lo que pude ver con mis ojos". En este caso se vuelve a dar. Es imposible poder describir lo que vieron mis ojos durante aquel atardecer.
Hay veces en las que fotografiar requiere un ejercicio de concentración superior al de otras veces, pero en determinadas ocasiones, no solo se requiere concentración, sino, y quizá lo más importante, serenidad para dejar que todas las emociones que empiezan a cubrir la caldera donde bulle nuestro pensamiento se posen en él, dando como resultado la posibilidad de tomar la foto en la mejor de las condiciones. Es este uno de los momentos más complejos, para mí, de cuando fotografío algo.
Esto mismo me sucedió aquel atardecer en el lago Jökulsárlón, en Islandia.

















Siempre sucede del mismo modo. Todo es una maldita casualidad. Llegas, sacas la cámara y te sientas a esperar para ver como va evolucionando la luz. Mientras tanto haces fotos aquí y allá. Todas te parecen bonitas, pero ninguna acaba de convencer. Sigues buscando algo más allá de lo que hasta ahora has hecho. Siempre tratas de buscar el "más y mejor".
Al mismo tiempo, quería mirar, no a través de mi cámara, sino simplemente contemplar la magnificencia creativa de la naturaleza en su estado más puro, y es cuando de repente, empiezan a cerrarse las nubes dejando paso a los rayos del Sol del modo que podéis ver en la foto. Siempre que eso sucede sabemos, los que ya hemos fotografiado muchos atardeceres, que dura unos segundos. Entonces empieza el agobio. Rápido saco la cámara, la enciendo, mido la luz, encuadro, subexpongo ... vuelvo a encuadrar ... y el agobio aumenta por momentos, porque sabes que esos rayos durarán poco. Intentas estar seguro de que todos los parámetros son los adecuados (diafragma, velocidad de obturación, tipo de óptica, medición de luz, sensibilidad ISO y tantas otras cosas que al final deciden el resultado de una imagen), hasta que por fin le das al disparador y escuchas el "click" de la cámara. Sabes que ya está todo hecho. Los rayos acaban por desaparecer, el Sol acaba poniéndose y ... todo vuelve a la calma.
Siempre que pasa esto me pregunto, ¿qué habría pasado si en vez de venir hoy, a esta hora concreta, hubiese venido media hora después, o media hora antes, o quizá mañana, o bien ayer?. ¿Habría conseguido una foto mejor que esta?. Sinceramente creo que no. Puede que muchos digan que sí, pero yo sé que mis circunstancias, mis posibilidades y mi tiempo en Islandia hicieron que ese fuese el momento exacto para traerme la mejor foto que podría haber hecho en Jökulsárlón.
Moraleja: "Creo que no es sano obsesionarse por captar el mejor momento, porque no existe un único 'mejor momento', sino que cada uno tiene el suyo, en función de las circunstancias".


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